--- COFRADIA NTRA. SRA. DEL MAYOR DOLOR Y CRISTO DE LA BUENA MUERTE. ---
   
  Cofradia Nuestra Señora del Mayor Dolor y Cristo de la Buena Muerte
  Isidoro Santiago Sánchez
 

 

“EN LOS BRAZOS DE LA MADRE”
 
 
“Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y las otras mujeres” (Jn 19,25).
 
-         ¡Una escalera!, para quitarles los clavos a Jesús el Nazareno.
 
Rota de dolor, María contempla la bajada del cuerpo pálido e inmóvil de su Hijo, el hijo de sus entrañas. Como en un nuevo Belén, la Madre sostiene en sus rodillas lo que antes era pura Vida, y entre lágrimas marchitas parece que está acunándolo mientras le canta una triste nana. Así, como una estampa propia del más puro barroco, presenciamos a esta Piedad fontanesa.
 
“Ntra. Sra. del Mayor Dolor y Cristo de la Buena Muerte”, es el nombre de esta joven cofradía, la cual abre el desfile procesional del Viernes Santo.
 
Mucha gente del lugar me habla de la gran devoción que este pueblo le tiene al citado misterio de Pasión. Nunca he tenido la oportunidad de presenciar su salida, aunque gracias a las nuevas tecnologías me hago una idea de todo el ambiente que se respira en torno a esta populosa Hermandad, la cual se venera entre las calles Nuevas y Sileras.
 
Me consta que en la génesis de esta familia cofrade, participaron muchas personas amigas mías. Recuerdo de manera especial y rindo mi más sentido homenaje a título póstumo a nuestra querida hermana y amiga Maribel. Ella, seguro que este año tendrá un lugar preferente en los palcos del cielo, para contemplar el Paso de “su querida Hermandad”, por la que tanto luchó.
 
La cofradía tiene como sede la iglesia del antiguo convento franciscano. El exorno floral del Paso destaca por su esplendor; la cruz al fondo, y sobre ésta el lienzo blanco que hará de sudario es acariciado por viento. Graciosamente destacan doce estrellas que coronan a la Señora; y el puñal, ese puñal que simboliza el mayor de todos los dolores; el agraciado labrado de la canastilla; los cuatro faroles dorados de la mejor madera de cedro…; y en el centro, el Misterio hecho drama.
 
Los ojos enrojecidos de esa recia Mujer Hebrea observan en silencio el rostro desfigurado, el cuerpo desnudo e inerte de su Hijo, convertido ahora en un simple despojo. La mano derecha de María parece preguntar “por qué?. Mientras tanto, solidarios corazones de este pueblo, se unen al Mayor Dolor de esta Señora.
 
No hay respuesta, sólo una tristeza contenida y un silencioso diálogo del que sólo Dios es testigo. Por nuestra parte, tan sólo podemos imaginar las palabras que brotarían del corazón de la Virgen: escuchemos, escuchemos…
 
“Déjame abrazarte como cuando niño.
   Ya que no puedo guardarte otra vez en mi seno;
   Déjame abrazarte.
   No te sientas solo y desvalido, hijo
   Me tienes contigo. Déjame abrazarte.
 
Déjame que mi amor caliente, tu – ya- cuerpo frío.
   Déjame que al mirarte descubra
   que tu muerte es mi vida,
   Para que nunca creas que tu vida fue estéril.
 
Déjame que vende con mis besos tu herida.
   Que te unja la carne con mis lágrimas tristes.
   Que quite con cuidado tu corona de espinas.
   Que sepa amarte muerto, como tanto te amé vivo.
 
Déjame compartir contigo la brisa de esta noche roja.
   Déjame decirte adiós, abrazada a ti.
   Sólo silencio denso. Silencio necesito
   para escuchar tus palabras.
   Déjame ahogar mi pena mirándote.
.
 
Duerme ahora, mi niño, y descansa.
   Duerme y confía”.
 
Y mientras saboreamos este diálogo amoroso, el Paso de misterio se dispone a realizar una nueva “chicota”. La voz quebrada del capataz anima al grupo de costaleros con una nueva arenga: “tos por igual valientes”, iniciando así su tránsito por la calle Pizarras, entre las fragancias que desprenden la mirra, la acacia, el áloe… Humo del mejor incienso hecho de resinas aromáticas y aceites esenciales, perfuma con generosidad el ambiente de esta agraciada noche de Abril. Los propios hermanos que forman la banda de tambores marcan el ritmo del desfile hasta que, con un golpe seco de llamador, el Paso se detiene ante el sonoro “quejío” de una nueva saeta.
 
Túnicas rojas, y negras capas del mejor Ruán, caracterizan a los congregantes de esta familia, los cuales lucen orgullosos su escudo oficial con símbolos de la Pasión, tal como la corona de espinas y los tres clavos de hierro. Y como manda el protocolo de este primer de la excelsa procesión, los miembros de la Junta de Hermandad, varas de escolta en mano, celosamente custodian el bien hacer de su gente. Luto embellecido por peinetas y mantillas al estilo sevillano, lucen un grupo de damas.
 
Entretanto, la noche se va haciendo cada vez más cerrada y oscura bajo el cielo fontanés. A lo lejos, el sonido armonioso de las cornetas se convierte en un lamento de dolor al aire.
 
Así, como una melodía, sintiendo la humedad de la brisa primaveral, absorbido por un mar de recuerdos, transita el cortejo buscando la hermosa espadaña que corona su sede.
 
 
 
ISIDORO SANTIAGO SÀNCHEZ
 
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